24 Dic LAS MATRONAS DE LA VIRGEN MARÍA
Y de nuevo, la espera.
Como en toda fiesta señalada, el almanaque marca la siempre especial víspera y Sevilla se prepara para la nueva venida del Niño Dios. Porque si de algo entiende bien esta ciudad es de Esperanza y en ello pasamos las horas, entre adornos navideños, dulces de las abuelas, puestecitos de castañas y belenes que atraviesan la ciudad como monumentos efímeros a la vida.
Con innumerables celebraciones sociales y civiles no podemos perder el sentido de una nueva Navidad que ya tocamos y palpamos con la yema de nuestros dedos, ya que quizás no seamos conscientes que mientras estamos inmersos en comidas y reuniones, José y María atraviesan nuestras calles en el absoluto anonimato, buscando de nuevo aquel humilde lugar en el que pueda nacer el Niño Jesús.
Pero entre tanta muchedumbre y festejos, si hay quien ahora mismo está preparando la venida de Cristo y no hay nada ni nadie que le pueda distraer en sus quehaceres. Allí, ya está casi todo en orden, y no hablo de condumios ni licores, sino de los instrumentales para asistir a la Virgen, porque ellas tienen la absoluta certeza que en la humildad de su convento volverá a venir el Niño Dios.
Sus manos, no llevan ni anillos ni alhajas, ni oro ni plata para asistir el parto y porque saben que el mayor regalo que puedan tener es el nacimiento entre sus manos de quien está llamado a ser el Hijo de Dios. Ya están preparadas las toallas y sábanas limpias, un recipiente espera el agua tibia, las viejas tijeras se están esterilizando en alcohol y gasas y guantes para ese preciso momento que nos ha de regalar el misterio de la vida.
Ya están todas junto a la Pura y Limpia. Nuestras Madres Agustinas han cerrado el portalón del Convento de la Encarnación y se unen en oración para que, un año más, todo salga conforme a lo previsto.
Fuera, las familias se reúnen en alegría y felicidad. Cantan, ríen, comen y beben porque saben que hoy es Nochebuena. Sigue siendo entrañable ver como los que están lejos regresan a sus casas, que nuestros mayores están acompañados, que nuestros pequeños están emocionados y que muchos de lo que viven de la Caridad, hoy tienen un plato caliente gracias a quienes con su esfuerzo diario, pocas veces reconocido, se preocupan porque sea Navidad para todos. Sin embargo, paradójicamente, en el silencio del convento hoy es el lugar de la vida en mayúscula.
«Ya está todo listo. Hermanas, se acerca la hora», susurra la Madre Superiora para no alterar a la Pura y Limpia Concepción. Sus rezos, son las mantas que taparán al Niño Dios, sus silencios las sábanas para acunarlo, sus oraciones los instrumentales para que el pequeño Jesús traiga de nuevo a la tierra la Paz, el Amor y la Caridad que nos ayude en este mundo de pecado.
Y todo gracias a las que, mientras que los demás festejamos y disfrutamos, están cuidando a la Virgen en este feliz trance, velando su cama y colmándola de cariños y mimos. Es la dulce espera y ya están preparadas. Son las «Matronas de la Santísima Virgen María».
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