20 Mar DIME QUE HAS LLEGADO…
Llegó la hora. Han pasado menos de 365 días y sin embargo siempre parece que es un mundo. Los días se hacen eternos para todo lo que añoras y sin embargo nunca nos terminamos de acostumbrar. Sevilla creía llevar demasiado esperándote, pero al fin te tiene localizada al fondo de lo que alcanza una mirada. Te tenemos aquí, encarada frente por frente al dintel, dispuesta a salir a la calle y nosotros al otro lado de la puerta. Tan cerca, tan juntos… y sigue pareciendo un mundo.
Has venido como siempre, puntual a tu cita. La ciudad amanece repleta de palmas para darte la bienvenida como a ese Cristo que cada año nos enseñas. Todo parece en su sitio, las túnicas planchadas, las colgaduras tan puestas, la calle Río de la Plata tan blanca, el parque tan verde y las horas tan lentas…y tu Almirantazgo, yo sabía que me ibas a preguntar, pues como el año pasado, con sus mejores galas. Todo tan parecido a tu última visita y sin embargo no hay sevillano que no entienda que cada año es distinto, tanto, que parece que nunca hubieras venido.
El Postigo del Aceite no deja de mirar el reloj. Ya te espera tan impaciente como insensato, que luego la semana vuela y se nos escapa en un suspiro. Está nervioso como un sevillano más, pues bien sabe que hay algo que no marcha como lo habíamos soñado, pero no ni mentarlo quiere para que Madre no se inquiete.
Y es que cada año te presentas como quieres. Caprichosa como el tiempo que arrastras, sigues pensando en sorprendernos nuevamente, sin darte cuenta que Sevilla te quiere tal y como eres, cargadita de luz, esplendorosa y plena. Este año quieres otra vez jugar con nosotros y, sí, lo sé, no hay penitencia tan profunda y verdadera como la de no poder tomarte de la mano y dar cada pasito a tu lado. Que sí, pero lo he hablado con Madre y te aseguro que Ella nos entiende, así que déjate de disgustos y ven como siempre debiste hacerlo.
Que Sevilla está deseando beberse tus días, presumir de ti y poder mostrar al mundo a ese Cristo que tanto necesitamos en la calle. Que tantos enfermos, que tantos parados, que tantos pobres, que tantos aprovechados, que tantos desorientados, que tantos gobernantes, que tantas personas que necesitan de Su palabra, encuentren tras tus pasos ese bálsamo para entender y sobrellevar sus males.
Yo se que vendrás. Pasarán los días de mejor o peor forma, con cielo o sin cielo, con luz o sin luz, pero de un modo u otro estarás, nos robarás un trocito de nosotros y te volverás a despedir hasta el año que viene. Y lo mejor de todo es que sea como fuere, salga como tu impertinente meteorología quiera, habrá vuelto a merecer la pena. Es más, aún no has llegado y ya nos ha valido una hermosa cuaresma, ver a niños jugando de nuevo en la «rampla» del Salvador, unos piadosos Vía-Crucis, un azahar que ha resistido a tu llegada y horas y horas de sueños renovados.
No tengas miedo, no vamos a exigirte, pero ven, que Madre, Pura y Limpia, te aguarda. Que quiere ver de nuevo a su Hijo en el Postigo, para poder acompañarlo en su Pasión, un año más, como lo hará hasta el resto de sus días.
Ahora si, casi te acaricio con las manos. Sin duda, eres la fiesta mayor de Sevilla, la que da sentido a sus días, la que remueve corazones, la que nos trae el bálsamo del Amor, de la Misericordia y de la Resurrección. Este año quizás vuelves a venir caprichosa, Dios no lo quiera, pero pase lo que pase, habrá valido la pena vivirte como una nueva y cristiana SEMANA SANTA. Que así sea.
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